viernes, 4 de julio de 2014

MBIG




Desde hace algunos meses está ocurriendo en Madrid un fenómeno teatral fuera de lo común. Macbeth International Group (MBIG) no es una obra de teatro que el espectador contemple desde el patio de butacas; es una experiencia teatral que se vive desde dentro.

La distancia que hay entre teatro convencional y el Macbeth que se representa en La Pensión de las Pulgas es la misma que hay entre contemplar fieras salvajes en un zoológico o hacerlo desde el Jeep en un safari en Kenia. En La Pensión el espectador tiene el privilegio de estar invitado a la mesa, de ser parte del decorado, de “oler” la acción (que se desarrolla a metro y medio de tus ojos). Experimentar (no sólo contemplar) la adaptación del clásico shakespeariano que nos propone José Martret es lo más parecido a estar metido dentro de una película, con la apasionante intensidad que ello conlleva.

Como en otros espacios escénicos surgidos últimamente, la representación tiene lugar en diversas estancias que van siendo transitadas por el público. Lo especial de este montaje es que la escenografía se adapta a la acción y al espíritu de la obra como un guante, funcionando en perfecta sintonía con aquélla.

MBIG se apoya sobre el texto literal (o casi) de la obra original, pero utilizando la estética de glamour y sofisticación de las élites que dirigían las grandes corporaciones americanas de principios de los años ’60 (MadMen). Este recurso dota a este Macbeth de una fuerza plástica impresionante. Pero no sólo eso, también refuerza el mensaje shakespeariano, ya que ese mundo tiene todas las resonancias de ambición, lealtad, traición, prestigio e intrigas de poder que se retratan en la escocia del siglo XI.

Otro acierto es también reforzar este Macbeth con la filosofía de superación personal y de éxito empresarial de textos de referencia en este ámbito, como Los Siete Hábitos de las Personas Altamente Efectivas o ¿Quién se ha Llevado mi Queso? Estas pinceladas quedan a cargo de Camelia, el único papel inventado por Martret y que funciona a la perfección como anfitriona y como recurso conector entre los diferentes espacios.

Este trípode Shakespeare-MadMen-Empresa funciona con una solidez impresionante. Martret desde luego demuestra criterio, valentía y buen olfato.

La dirección de arte (a cargo de Alberto Puraenvidia) y el vestuario (parcialmente de Lorenzo Caprile) están cuidados hasta el último detalle; y los efectos sonoros, aunque discretos, ayudan a conseguir una inmersión total del espectador en la trama.

Excelente también es la elección de los actores. Existe, en mi opinión, sólo un actor que se queda por debajo del altísimo nivel general… pero un error frente a 9 aciertos no es un error, es un desliz. De todos modos, es de justicia reconocer que su evolución desde las primeras funciones hasta las actuales es verdaderamente notable.  

Grandes son las 3 brujas, interpretadas por  sólo dos actrices (preciosa licencia esta). Camelia estuvo magistralmente interpretada por  Inma Cuevas, ahora sustituida por una Raquel Pérez  que le da un aire distinto pero igualmente sobresaliente.  Remarcable el Banquo  de Daniel Pérez Prada (¡tal vez el hispanohablante con más pinta de escocés que he visto!) que nos lleva desde el colegueo y la lealtad hasta la decepción y la rabia.

No conviene perderse ni uno solo de los sutiles gestos que entrega Pepe Ocio a través de su Macduff, héroe sereno y devastado a quien le cuesta todo y más poner algo de cordura en  esta olla a presión. Muy meritorio conseguir proyectar todo eso desde la contención y el autocontrol, con la actitud antiheroica de quien hace nada más que lo que tiene que hacer.

Fran Boira memorable también, conduciendo un Macbeth sin frenos, desquiciado y desquiciante. Aterrador, pero también llega a despertar lástima de puro infantil y desnortado. Tal vez excesivo en algunos momentos, pero desde luego eficaz.

Un reparto tan coral difícilmente tiene dueño, pero en este caso yo lo tengo claro: MBIG pertenece a su reina, Lady Macbeth. Rocío Muñoz-Cobo va tejiendo sin prisa, con hilo fino, un personaje colosal. Una mujer enamorada, una zorra manipuladora e hipersexual, una ambiciosa sin medida, una gélida criminal, una reina orgullosa con una perenne sonrisa social, una compañera decepcionada… todo esto y mucho más es la Muñoz-Cobo, que gestiona las transiciones entre sus diferentes estadios con una naturalidad y una elegancia tales que espectador no puede hacer otra cosa que tragar y digerir el personaje. ¡Porque aquí manda ella!

La abrumadora belleza de esta actrizota, y su presencia física, fuerte y atlética, no son en este caso un agradable ornamento al personaje, o no solamente. Son un recurso expresivo más, en contraste con lo horrible de su interior y lo bajo de su caída.

Cuando después de toda esa montaña rusa emocional, la preciosa Muñoz-Cobo nos muestra a esa Lady Macbeth triturada, consumida desde dentro, aterrada de sí misma, devorada por sus pesadillas hasta convertirla en una criatura de extrema fragilidad que se autodestruye… bueno, el Cupletero se queda con el pecho helado, la garganta seca y el alma encogida.

Mi actriz favorita se llama Rocío Muñoz-Cobo. Categóricamente.


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