Desde hace algunos meses está ocurriendo en Madrid un
fenómeno teatral fuera de lo común. Macbeth
International Group (MBIG) no es una obra de teatro que el espectador
contemple desde el patio de butacas; es una experiencia teatral que se vive desde dentro.
La distancia que hay entre teatro convencional y el Macbeth
que se representa en La Pensión de las
Pulgas es la misma que hay entre contemplar fieras salvajes en un zoológico
o hacerlo desde el Jeep en un safari en Kenia. En La Pensión el espectador tiene el privilegio de estar invitado a la
mesa, de ser parte del decorado, de “oler” la acción (que se desarrolla a metro
y medio de tus ojos). Experimentar (no sólo contemplar) la adaptación del
clásico shakespeariano que nos
propone José Martret es lo más
parecido a estar metido dentro de una película, con la apasionante intensidad
que ello conlleva.
Como en otros espacios escénicos surgidos últimamente, la
representación tiene lugar en diversas estancias que van siendo transitadas por
el público. Lo especial de este montaje es que la escenografía se adapta a la
acción y al espíritu de la obra como un guante, funcionando en perfecta
sintonía con aquélla.
MBIG se apoya sobre el texto literal (o casi) de la obra
original, pero utilizando la estética de glamour y sofisticación de las élites
que dirigían las grandes corporaciones americanas de principios de los años ’60
(MadMen). Este recurso dota a este Macbeth de una fuerza plástica
impresionante. Pero no sólo eso, también refuerza el mensaje shakespeariano, ya que ese mundo tiene
todas las resonancias de ambición, lealtad, traición, prestigio e intrigas de
poder que se retratan en la escocia del siglo XI.
Otro acierto es también reforzar este Macbeth con la
filosofía de superación personal y de éxito empresarial de textos de referencia
en este ámbito, como Los Siete Hábitos de
las Personas Altamente Efectivas o ¿Quién
se ha Llevado mi Queso? Estas pinceladas quedan a cargo de Camelia, el
único papel inventado por Martret y que funciona a la perfección como anfitriona
y como recurso conector entre los diferentes espacios.
Este trípode Shakespeare-MadMen-Empresa funciona con una
solidez impresionante. Martret desde luego demuestra criterio, valentía y buen
olfato.
La dirección de arte (a cargo de Alberto Puraenvidia) y el vestuario (parcialmente de Lorenzo
Caprile) están cuidados hasta el último detalle; y los efectos sonoros, aunque
discretos, ayudan a conseguir una inmersión total del espectador en la trama.
Excelente también es la elección de los actores. Existe, en
mi opinión, sólo un actor que se queda por debajo del altísimo nivel general…
pero un error frente a 9 aciertos no es un error, es un desliz. De todos modos,
es de justicia reconocer que su evolución desde las primeras funciones hasta
las actuales es verdaderamente notable.
Grandes son las 3 brujas, interpretadas por sólo dos actrices (preciosa licencia esta). Camelia
estuvo magistralmente interpretada por Inma Cuevas, ahora sustituida por una Raquel Pérez que le da un aire distinto pero igualmente
sobresaliente. Remarcable el Banquo de Daniel
Pérez Prada (¡tal vez el hispanohablante con más pinta de escocés que he
visto!) que nos lleva desde el colegueo y la lealtad hasta la decepción y la
rabia.
No conviene perderse ni uno solo de los sutiles gestos que
entrega Pepe Ocio a través de su
Macduff, héroe sereno y devastado a quien le cuesta todo y más poner algo de
cordura en esta olla a presión. Muy
meritorio conseguir proyectar todo eso desde la contención y el autocontrol,
con la actitud antiheroica de quien hace nada más que lo que tiene que hacer.
Fran Boira
memorable también, conduciendo un Macbeth sin frenos, desquiciado y
desquiciante. Aterrador, pero también llega a despertar lástima de puro
infantil y desnortado. Tal vez excesivo en algunos momentos, pero desde luego
eficaz.
Un reparto tan coral difícilmente tiene dueño, pero en este
caso yo lo tengo claro: MBIG pertenece a su reina, Lady Macbeth. Rocío Muñoz-Cobo va tejiendo sin prisa,
con hilo fino, un personaje colosal. Una mujer enamorada, una zorra
manipuladora e hipersexual, una ambiciosa sin medida, una gélida criminal, una
reina orgullosa con una perenne sonrisa social, una compañera decepcionada…
todo esto y mucho más es la Muñoz-Cobo, que gestiona las transiciones entre sus
diferentes estadios con una naturalidad y una elegancia tales que espectador no
puede hacer otra cosa que tragar y digerir el personaje. ¡Porque aquí manda
ella!
La abrumadora belleza de esta actrizota, y su presencia
física, fuerte y atlética, no son en este caso un agradable ornamento al
personaje, o no solamente. Son un recurso expresivo más, en contraste con lo
horrible de su interior y lo bajo de su caída.
Cuando después de toda esa montaña rusa emocional, la
preciosa Muñoz-Cobo nos muestra a esa Lady Macbeth triturada, consumida desde
dentro, aterrada de sí misma, devorada por sus pesadillas hasta convertirla en
una criatura de extrema fragilidad que se autodestruye… bueno, el Cupletero se
queda con el pecho helado, la garganta seca y el alma encogida.
Mi actriz favorita se llama Rocío Muñoz-Cobo.
Categóricamente.
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