sábado, 17 de mayo de 2014

Nueva Vida en Nueva York


Durante el curso 1998-99, el Cupletero aún no estaba inventado, pero estaba gestándose. Aquel  pre-cupletero o cupletero-larva vivía una experiencia alucinante: una beca Erasmus. El programa erasmus responde desde 1987 a una iniciativa de la Unión Europea para “fabricar” ciudadanos europeos con conciencia de serlo, a través de intercambios entre universidades y ayudas económicas a los estudiantes. Es seguramente el mayor acierto en política cultural europea de la historia y para los participantes una experiencia absolutamente positiva tanto académica como personalmente. Y divertida. Muy, muy, muy divertida. Si uno tiene mucha suerte puede incluso conocer a su futura esposa.

Al poco de volver de aquel inolvidable paréntesis se estrenó Una Casa de Locos (2002), pésima traducción de L’Auberge Espagnole, en la tradición de añadir el adjetivo “loco” al nombre para ir avisando de que se trata de una “divertida comedia”: Loca Academia de Policía (Police Academy), La Loca Historia de las Galaxias (Spaceballs), El Abuelo Está Loco (The Gnome-Mobile), La Loca Historia del Mundo (History of the World Part I)… esto es una buena mierda que debería parar ¡pero ya!

Una Casa de Locos, evaluada fríamente, seguramente no pase de comedia medianamente correcta, pero recrea tan acertadamente el ambiente y las peripecias erasmus que consiguió que llorara de nostalgia. No hablo en sentido figurado, hablo de agua por mis mejillas.

En 2005, el mismo director, Cèdric Klapisch, realizó la primera secuela, Las Muñecas Rusas (esta vez sí, Les Poupées Russes) repitiendo gran parte del reparto y configurando una flojísima película del género “treintañeros dudan si es el momento de sentar la cabeza o no”. A pesar de pillarme en la edad justa de nuevo, no me dijo nada.

Pero ahora se estrena Nueva Vida en Nueva York, traducción libre, tontorrona y spoiler de Casse-tête Chinois (vuelta a las andadas) y esta vez vuelve a tocarme la fibra.  La vida del protagonista de la trilogía, Xavier (Romain Duris), no es exactamente como la mía pero existen suficientes paralelismos como para que me sienta muy identificado con el personaje. Se acerca a los 40 (como yo), tiene un hijo y una hija (como yo), conoció a su mujer y madre de éstos durante su beca erasmus (como yo) y sobre todo es alguien que asiste atónito a un mundo en el que todo el mundo parece saber lo que quiere y cómo conseguirlo, y que por lo tanto marcha firme en esa dirección; mientras tanto, él lidia con una realidad propia azarosa e incontrolable frente a la que sólo puede ir adaptándose como buenamente puede. 

También me une a Xavier una clara tendencia a rodearme de amistades femeninas… yo no tengo, como él, una amiga íntima lesbiana (¡grandísma Cécile de France en este papel!), pero me encantaría; es algo que creo que me merezco y que algún día se me concederá.

Un rompecabezas chino (casse-tête chinois) es algo que no se entiende al primer vistazo pero es un desafío alcanzable: al final todas las piezas encajan. O eso dice esta película, que trata de la complejidad de la vida pero siempre dentro de el tono ligero y en cierta medida edulcorado de una comedia pura. El marco elegido es acertadamente un Nueva York no de postal, sino de asfalto agrietado y engorrosos papeleos, pero que aún así  simboliza, como siempre, la posibilidad de una nueva oportunidad y de la constante reconstrucción de la identidad propia. 

Muy divertida, amena, rápida, atractiva visualmente y con una banda sonora chulísima, la película flojea sin embargo en el desenlace final, como es habitual en la mayoría de las comedias, por otra parte.  A mi me encantó pero no me atrevería a recomendarla con mucha insistencia, porque no todo el mundo tiene porqué sentir la sintonía con Xavier que tiene el Cupletero, que es padre de familia pero aún no sabe qué quiere ser de mayor…

Y recordad, el cine francés siempre en versión original, ¡eh!

 

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