viernes, 4 de abril de 2014

Noé

 
 

Me vais a perdonar, pero si no empiezo así, reviento: ¡hoy inunda nuestras salas el Diluvio Universal!
El que más y el que menos está familiarizado con el personaje que da título a la película, aunque sólo sea por esa canción de campamento de “… estando en cocodrilo y el orangután, dos pequeñas serpientes, y el águila real…”. Lo primero que hice después de ver la película fue ir directo a las fuentes y leer el pasaje correspondiente de El Génesis. Mis sospechas se confirmaron: Noé es un personaje con muy poco interés si uno se ciñe a lo que se cuenta de él en La Biblia. Un hombre que por justo y obediente es el elegido por Dios para sobrevivir, él y su estirpe, a la gran purga, al exterminio de aquel ser corrupto en que se ha convertido la especie humana. Y por ser el único con la suficiente disciplina como para darse la trabajera de construir el salvavidas de toda la fauna. Bondad, obediencia y tesón… de eso no sale una película. Pero aun así en Hollywood se empeñan en hacer una superproducción entera sobre este sumiso obrero.
Tienen mucho oficio y mucho dinero en la industria cinematográfica americana, y la producción tiene elementos suficientes para salir a flote (otra vez un símil náutico, no lo pude evitar). Pero no es una película redonda, ni mucho menos, y por desgracia está lastrada por desaciertos que a punto están de hacer naufragar el proyecto como si fuera el Costa Concordia (ahí  va otro, lo siento).
Entre esa carga sobrante que en mi opinión deberían haber evitado está sobre todo el tratamiento de Los Vigilantes, unos ángeles caídos que se nos presentan como una suerte de Transformers antediluvianos (literalmente) que son un injerto infame creado al 100% con tecnología digital y que además lo parecen. Es decir, que protagonizan escenas de acción que parecen partidas de Playstation.  A ver si nos enteramos de que el que todo se pueda hacer gracias a los efectos digitales no significa que todo se deba hacer gracias a los efectos digitales, porque lo que ocurre muchas veces es que lo que sale no es cine, es un videojuego de mierda.
Tampoco está conseguido un buen ritmo narrativo en la primera mitad de la película, que resulta lenta y predecible… claro, todos sabemos qué encargo recibirá Noé y de parte de quién, pero eso no es excusa. Muchas películas sobre hechos históricos que todos conocemos consiguen intriga y emoción. En este caso, para intentar compensar en parte esa carencia se intenta sorprender al espectador en el ámbito de lo formal, tirando de recursos visuales potentes pero un poco pasados y por tanto no muy sorprendentes, que dan a algunas partes de la película un aire de videoclip o de experimento tipo Koyaanisqatsi : cámara rápida, vista de pájaro… dudosamente eficaz.
A pesar de todo esto, salí del cine con la sensación de que eran más numerosos los aciertos que los errores. Me gustó mucho, para empezar, la dirección de arte y vestuario. El Antiguo Testamento pasa totalmente por encima de Darwin, así que, a ocho generaciones de distancia desde Adán y Eva, ¿en qué momento de la cadena evolutiva estábamos? ¿Éramos australopithecus?, ¿homo neanderthalensis?, ¿homo erectus?, ¿sapiens? Y nuestros utensilios, ¿cómo eran?, ¿de la Edad de Piedra?, ¿Edad de Bronce?, ¿baja Edad Media? La opción tradicional es ambientar estos relatos en algo así como una primera Edad Antigua: sandalias, túnicas, dagas de hierro… La muy acertada opción de Aranofsky es crear una atmósfera atemporal, de ropas y utensilios de un discreto eclecticismo, que tan pronto te recuerdan al Neolítico, como a la Era Industrial o incluso a un futuro post-apocalíptico.  
Pero sobre todo, el gran mérito de Aranofsky es enriquecer el personaje de Noé con elementos de duda, de fanatismo, de autocensura y de debilidad. En la segunda mitad de la película, el personaje, excelentemente encarnado por Russell Crowe, evoluciona hacia posiciones de tormento, autodestrucción  y conflicto muy interesantes.  Conflicto con su creador, con su familia y consigo mismo.  
Por otra parte, la historia gana interés respecto a El Génesis  por que se subraya y se alarga el conflicto entre los descendientes de Caín y de Set hasta más allá del Diluvio, lo que permite cierto suspense hasta el final.
También es muy de agradecer que se refuerce el papel de las mujeres, que en La Biblia no tienen ni nombre. El personaje de Ila (interpretada solventemente por Emma Watson) es imprescindible para que el relato tenga sus puntos de inflexión y poder escapar de la literalidad bíblica.  Y gran parte del interés de la película, para mi, está en Naameh, interpretada a la perfección por Jennifer Connelly, quien ya demostró su buena química con Crowe en Una Mente Maravillosa. Discreta y hasta anodina en la primera mitad, el personaje de Connelly pasa más tarde a la pista central y nos regala los mejores momentos interpretativos de la película cuando choca con su ya desquiciado compañero.  Soy gran admirador de Jennifer Connelly desde Dentro del Laberinto, como actriz y como mujer, y ese lunar que tiene, cielito lindo, junto a la boca me hace dar gracias por estar vivo cada vez que lo contemplo. No sé si me explico.
Así que esta superproducción quiere ser muchas cosas a la vez, y algunas de ellas sobran. Por otra parte falta seguramente determinación en su rumbo… ¡vaya, lo he vuelto a hacer!
Id al baño antes de entrar al cine, que con tanta agua…  

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